martes, 10 de abril de 2012

Joaquín Vidal, o el origen de una afición.


Cuando era más pequeña echaba las mañanas de domingo leyendo El País en la cama de mis padres por trocitos. Ahora te tocaba el suplemento de Madrid, ahora un par de hojas de esas que se le caen a mi madre porque, más que leer los periódicos, los destroza.

Por aquel entonces devoraba todas las letras, de la primera a la última, aunque nunca en orden. Hoy he recordado que ello incluía, de vez en cuando, la crónica taurina. No entendía nada, claro. 

Para mí eran palabras desconocidas (aún lo son) que casi querían rimar. Tenían ritmo, color y pasión. Como carecían de significado las repetía para mis adentros como queriendo saborearlas. 

Cuando años después quise ir a los toros no supe de dónde me venía este deseo. Hoy, gracias a este artículo del mismo diario: http://bit.ly/ImqcNc he recordado aquellas mañanas y he sabido con certeza absoluta que le debo mi afición a Joaquín Vidal, que era quien firmaba aquellos poemas.

Hoy he descubierto que llegué a los toros por el camino de las palabra y por ello le estaré siempre agradecida a Joaquín Vidal, a quien nunca conocí.