martes, 13 de diciembre de 2011

La dignidad del ladrón

Nadie "es" ladrón. Uno puede tener un gusto especial por lo ajeno pero aún así con certeza esa será solamente una de las múltiples facetas de una persona en particular.

Me refiero, claro, a Urdangarín. Su papel en la casa real sea cual fuera, le ha sido retirado porque su actitud no es "ejemplar".

Confieso que una vez robé un muñeco del Imaginarium. Que me detengan. Le he pedido a mi suegro que no me invite a la cena de navidad pues soy una ladrona razón por la cual no solamente merezco morir sino que además no soy digna de su compañía.

Lo que a mí me parece no solo ejemplar, sino especialmente valiente, es que, siendo tu suegro el rey de España, (ya saben: when you aim at the king make sure you kill him) nombres un portavoz que se atreva a decir las verdades como son: “No quiero entrar en una guerra de portavoces, pero la ejemplaridad o no de las conductas no debe ser objeto de opinión por parte de nadie. El grado de ejemplaridad, en todo caso, viene marcado por la ley, y quiero recordar que Iñaki Urdangarin no está imputado en esta causa”. También me parece especialmente valiente la decisión de huir hacia delante, a Washington, para proteger a tu familia de la que se os viene encima. Esto sí que es ejemplar.

Lo que no es nada ejemplar es utilizar un poder que te ha sido otorgado por puro azar para condenar prematuramente a alguien de tu propia familia como si la justicia no fuera capaz de condenar por sí sola lo suficiente, como si tu yerno, solamente por ser yerno tuyo mereciera un castigo añadido. Como si no fueras un mero rey sino el mismo San Pedro capaz de decidir quién entra en el reino de los cielos. 

Afortunadamente para Juan Carlos I, él reina en virtud de quién es y no del ejemplo (bueno o malo) que da.