miércoles, 28 de septiembre de 2011

La vejiga de la autoridad

Dos días llevo con el proyecto, es decir, desde el lunes, que fue el primer día de clase. He descubierto una cosa: mis profesores no hacen pis. No es un asunto baladí.

La clase duró de nueve y media de la mañana a tres de la tarde. En todo ese tiempo ni uno solo de los siete profesores que había en el aula se levantó ni una sola vez. Ninguno tuvo hambre, ninguno hizo pis, ninguno tuvo sed. Son ángeles.

Yo, en cambio, soy de lo más terrenal. En ese tiempo me escapé de clase varias veces. Una para comer, una para beber, dos para ir al baño, y otra más por hacer compañía a un amigo. La cantidad de cosas que dejé de aprender durante mis ausencias nunca lo sabré.

Esto supone una clara desventaja respecto a mis compañeros, ninguno de los cuales parece tener ninguna necesidad fisiológica inminente. Así pues, a menos que algún alma caritativa me haga un resumen, temo el momento en el que me pregunten: "pero tú, Itziar, ¿no estabas cuando explicamos que en Egipto no llueve?" y tener que contestar: "yo no, señores, yo es que meo".

jueves, 8 de septiembre de 2011

Tenista terrorista

Mi piso vuelca a un patio interior que tiene una cancha de tenis. En esa cancha de tenis todos los días de la semana todas las semanas del año juega al tenis ¿a qué sino? siempre a las diez de la mañana siempre el mismo vecino.

Cada día juega con un compañero diferente pero él nunca falla. Se lo toma tan en serio que cada vez que falla un golpe (y no es precisamente Nadal) echa pestes por la boca. Lanza unos exabruptos tales que se escandaliza hasta al menos recatado. Todo lo que le falta de cualidades tenísticas le sobra de capacidad torácica y sus gritos retumban por todo el patio produciendo unas extrañísimas vibraciones en los vidrios de las ventanas.

De vez en cuando se oye un crujido, como un lamento. Es la ventana de algún pobre vecino que ha entrado en resonancia con las cuerdas bucales del tenista terrorista y se ha quebrado irremediablemente. De momento no ha llegado mi turno pero por pura estadística sé que dentro de no mucho veré alguna de mis ventanas caer al suelo hecha añicos por la fuerza de los gritos de Nadal. Aún no me  he atrevido a preguntarle a mi casera si el seguro cubre semejantes desperfectos...